La película está basada libremente en el poemario Pozo de aire de Guadalupe Gaona. ¿Qué fue lo que captó tu atención del libro para decidir hacer un largometraje y cuáles fueron los retos que tuviste a la hora de hacer la adaptación?
En realidad fue un proceso. La poesía, como muchas veces la pintura también, son disparadores de ideas. Con la lectura de los poemas se me vinieron secuencias visuales a la cabeza que no eran meras ilustraciones de los textos pero que tenían que ver con cómo me interpelaban. Esas imágenes fueron el punto de partida. Después hubo un acercamiento a la autora del libro, quien compartió conmigo su historia y su necesidad de hacer un libro dedicado a la memoria de su padre. Cuando decidí que la película iba a tomar forma de largometraje, con la base que tenía, tuve la necesidad de crear mis propios personajes, pensar en Inés, mi protagonista, y ahí empecé a investigar por mi lado cómo se vive con la ausencia de un padre desparecido. El reto fue intentar hacer una película lo más libre posible y no intoxicarme en todo el proceso, ser fiel a lo que sentía y quería contar.
La casa del lago en Villa Langostura es una de las grandes protagonistas de la película. ¿Cuál es la particularidad de esa casa y su relevancia en la historia?
En mis cortos y mi primer largo la casa/hogar/entorno son fundamentales. Hago películas de personajes y para terminar de construirlos hay que mostrar la casa, sentir cómo es ese hogar que está ligado a los vínculos familiares. Creo que, además de otros motivos, senti una conexión fuerte con el poemario o fotobook (es dificil catalogarlo), porque estos elementos se hacen presentes, y tienen una carga drámatica ya que en el prólogo la autora revela que la única foto que ella tiene con su papá fue tomada ahí, en los alrededores de Villa La Angostura, justo unos meses antes de que él desapareciera, víctima de la dictadura. Ese prólogo es el que lee Inés en la película. Pero me parece que la naturaleza es fundamental para Inés y para la película. La película habla de la memoria y de cómo ésta funciona, y me gusta pensar que existe un paralelísmo entre memoria y naturaleza, ambas tienen un elemento que es eterno, su experiencia es la misma en cualquier época. Tanto la memoria como la naturaleza apelan a la introspección, Inés desde pequeña la tiene y eso influye en su relación con el ser ausente, además de poder encontrar allí cierta paz.
El abordaje de la figura del padre desaparecido durante la última dictadura militar es singular. Se trabaja desde la memoria y a través de pasajes oníricos. ¿Qué nos podés decir al respecto?
Me parecía que no era interesante abordar la película desde el lugar de los hechos que son conocidos por todos si no desde lo que queda, desde un lugar de intimidad, y que el espectador pueda conectar con esa experiencia de vida, la de crecer con una única fotografía del padre. A partir de ahí las preguntas son infinitas, como los relatos, y algunos pueden tomar alguna forma más irreal pero responden a sentimientos, miedos y deseos verdaderos. La memoria puede permitir ese juego, como un espacio movedizo, cambiante.
El personaje principal, Inés, está interpretado por Carla Crespo en su versión adulta y Malena Moirón en la versión de la niñez. El hermano de la protagonista también tiene su versión joven y adulta. ¿Cómo fue trabajar con personajes desdoblados en actores y tiempos narrativos diferentes?
Era fundamental que haya un parecido físico. La película está estructurada como un rompecabezas y los saltos de época debían de ser muy fluidos y que el espectador no se detenga a pensar quién es quién. Y para mí la versión infantil viene a completar la adulta y viceversa. Intentar que algo de la energía de los personajes se conserve. Con Rosario Bléfari, que interpreta tres edades distintas, se hizo un trabajo corporal y de observación, además de la ayuda del maquillaje y de la luz.
—La idea de un lago se proyecta en Malba Cine todos los sábados de febrero a las 18:00.