Quien se proponga considerar como historiador la obra escultórica de Alicia Penalba, ordenar cronológicamente su producción de los últimos veinte años, dividida en “temas” bien circunscritos, tropezará desde un principio con contradicciones desconcertantes: ciertos parecidos, ciertas concordancias aparentes lo llevarán incluso a datar erróneamente algunas esculturas. No hay, en efecto, en la obra de Penalba, en una época determinada, una solución única hallada de manera definitiva. Y aun cuando una escultura pueda parecer a quien la observa perfectamente terminada, ello no impedirá a Alicia Penalba retomarla más de diez años después. Porque puede ocurrir que la artista perciba en tales trabajos pasados nuevas posibilidades que no fueron totalmente explotadas en esa época y que merecen ser puestas en tela de juicio. Una solución encontrada en un momento determinado, por más armoniosa que sea, puede servir de punto de partida para una nueva propuesta. Es así como, en pleno trabajo, puede surgir otra idea completamente diferente –veremos ejemplos de ello–, que será desarrollada en uno o varios grupos de esculturas. Lo cual podría parecer al observador mal preparado una ruptura en la evolución de la artista. Pero ésta, adelantándose a promesas futuras, no ha hecho sino descubrir una vía que explorará cuando llegue el momento. El que quiera estudiar su arte experimentará una cierta contrariedad, puesto que casi siempre buscamos un orden cronológico, y la obra silenciosa de Penalba nos perturba en el sentido de que se presenta en una forma muy concisa pero, al mismo tiempo, rica en prolongaciones.
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Fragmento del ensayo "Un enfoque en ocho puntos de la obra escultórica de Alicia Penalba", publicado originalmente en el libro de Merkert Penalba, París, Carmen Martinez éditions, 1977, y reproducido en el catálogo que acompaña a la exposición Alicia Penalba. Escultora, que se presenta en Malba entre el 14 de octubre de 2016 y el 17 de febrero de 2017.