Tiene algo extraño Buenos Aires. Si Ronda nocturna se propone hablar de la irrealidad de una ciudad a partir de la superposición de dos registros (el realista y el fantástico), en algún sentido es porque se propone tematizar ese aire fantasmal que se ha vuelto tan característico de Buenos Aires después de la crisis de 2001. Ronda nocturna se llama así porque evoca, deliberadamente, a Rembrandt. El cineasta y su equipo, dice Cozarinsky, son como esos conjurados que atraviesan la noche con una linterna, no para iluminar (porque la luz, en Rembrandt y en Cozarinsky, viene de todas partes, de cualquier parte) sino para guiarse en un laberinto de signos. Es una ciudad (objeto a la vez del amor y del extrañamiento, como sucede siempre que se trata del amor) lo que Cozarinsky quiso entregar como un don a sus espectadores. La ciudad de la noche. La película de Cozarinsky no es testimonial, sino fantástica. Habla del amor, y de la muerte. Se llama Ronda nocturna, como un cuadro de Rembrandt, y aspira a esa misma grandeza. Y sus personajes, casi todos ellos, dicen una sola cosa: “Nadar sabe mi llama la agua fría, y perder el respeto a ley severa”. Texto de Daniel Link.