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Esta es una de las películas más complejas y a la vez más divertidas del cine político italiano, en parte porque la lucidez y el humor fueron un rasgo característico de toda la obra de Luigi Magni y en parte porque reunió a un elenco irrepetible con una profunda vocación autoparódica. Como ya ha señalado el crítico Emilio Bellón, la representación del personaje de Escipión en este film no puede verse sólo desde la perspectiva de la historia antigua sino también como una de las figuras paradigmáticas en las que se quiso referenciar el fascismo y su construcción épica. El Escipión de Magni está muy lejos de esos fastos aunque no sabe muy bien por qué: es un héroe caído cuyas antiguas hazañas y virtudes ya no tienen sitio en la política, dominada por pragmáticos, corruptos y cínicos. Gassman y Mastroianni componen un contrapunto antagónico memorable, con un desparpajo que es fácil relacionar con tiempos menos remotos.