Harry Powell es seductor. Y fachero. Y muy malo. Aunque también es torpe y bruto, y esconde su burda codicia (plata, solo quiere plata) detrás de sermones grandilocuentes que, quizás, hasta él mismo cree. Porque la verdad depende de cuán bien se la argumenta, de cuán bien se interpreta al personaje. Y Mitchum, que hace de Powell, que hace de predicador, tiene un par de trucos. Su sermón favorito, por ejemplo, que ilustra entrelazando sus dedos (en los que tiene tatuados LOVE y HATE, uno en cada mano), como si esa batalla entre el amor y el odio, entre el bien y el mal, se encarnara en sí mismo.
La famosa escena en la que Harry canta el góspel que lo anuncia y Rachel (Lillian Gish), haciendo guardia con una escopeta, se suma y lo entona a coro, está entre los grandes momentos del cine clásico. Puesta en escena pura. Texto de Tomás Downey.
La noche del cazador (The Night of the Hunter, EUA-1955) de Charles Laughton, c/Robert Mitchum, Shelley Winters, Lillian Gish, James Gleason, Billy Chapin, Sally Jane Bruce. 93’.