El título del curso alude a la idea, ya clásica, de que todo relato propone ir detrás de un enigma. Dicho enigma puede ser más o menos visible, estar más o menos claro, puede ser en principio sólo una inquietud o una sospecha, puede hacer pie en las dos alternativas básicas –la concreción o no de una amenaza, de una “promesa”, etc.– pero también en sus infinitas modulaciones intermedias.
La idea del curso es, a partir de la lectura de algunos autores modélicos -dentro y fuera del género policial-, brindar elementos para pensar la propia escritura poniendo énfasis en la estructura general de los textos: cómo conseguir y sostener la atención del lector, de qué maneras hacerlo participar, cómo generar tensión y suspenso, cómo administrar la información, hasta dónde cumplir con las expectativas que el mismo relato ha generado, cómo reconocer sus puntos activos y desarrollarlos en plenitud.
Costo: $680.
Descuentos especiales para Amigos Malba.
Jubilados y estudiantes con credencial: 20% de descuento.
Inscripción en recepción de lunes a domingos de 12:00 a 19:30.
Escritor y periodista. Publicó los libros: Permanece oro (1996), Berlín (2001), Frenesí (2006) y Placebo (2010). Es docente de escritura creativa y coordina talleres literarios desde 1993. Ha sido colaborador de múltiples medios, y en la actualidad escribe para el diario La Nación, las revistas Teatro y Otra parte y la revista-blog Escritores del Mundo. Es además director editorial de la revista El ansia.
Clase 1. Itinerarios del policial
Enigma, misterio, suspenso. El personaje como imán. La figura del antagonista. La importancia del espacio. El diálogo como motor y como caracterización.
Lecturas: Estaré esperando (Raymond Chandler) - La honradez de Israel Gow (G. K. Chesterton) - La vida está llena de cosas así (Santiago Gamboa) - Mirando al sol (Leonardo Padura).
Clase 2. Saber y no saber
Lo oculto. Lo que nadie sabe. El efecto sorpresa. La ingenuidad como artificio. La espera. Promesas, transiciones, resoluciones. La violencia como paisaje y como sistema. La empatía. Quién narra y por qué.
Lecturas: Imaginaria (Rodolfo Walsh) - Verde y negro (Juan José Saer) - El vendedor de seguros / Feliz año nuevo / El cobrador (Rubem Fonseca).
Clase 3. Historias tristes
La tragedia anunciada. Callejones sin salida. ¿De quién es la historia? ¿Desde dónde leemos? El título y la construcción de sentido. El cuento como un campo minado. Situaciones narrativas y ejes de tensión. Puntos de giro.
Lecturas: La breve vida feliz de Francis Macomber (Ernest Hemingway) - La última noche (James Salter) - El quinto día (Peter Matthiessen) - Algo urgentemente (Joao Gilberto Noll).
Clase 4. Encontrar el Norte
La descripción como elemento narrativo. La singularidad como imán. Lo que hay en juego. Dentro y fuera de los personajes. Dosificar, administrar, planificar. Final cerrado, abierto, semi-abierto. Relaciones humanas.
Lecturas: Música para camaleones (Truman Capote) - Padres e hijos (Ernest Hemingway) - El huésped (Albert Camus).
Epílogo: lectura y análisis de algunos esquemas o planes de cuentos presentados por los asistentes al curso.
Tony Reseck bostezó. Movió la cabeza a un costado y escuchó la música frágil y gorjeada de la sala de radio tras una penumbrosa arcada en el extremo opuesto del hall. Hizo una mueca. Después de la una de la madrugada esa era su sala de radio. No tenía que haber nadie en ella. La pelirroja le estaba arruinando las noches.”
Raymond Chandler, Estaré esperando
“Renata, con su vestido nuevo, permaneció de perfil frente al espejo y volteó el cuello para mirarse el trasero, pues era un espejo grande que le alcanzaba para verse de cuerpo entero. Cuando me puse el saco, no sé ni cómo me vio, ya que cuando se miraba al espejo no veía nada más, sin embargo preguntó ¿vas a salir a trabajar a esta hora?
Mi negocio es vender seguros, lo sabes, no tengo horario, respondí.
Preferiría que lo tuvieras, son las cinco de la tarde, no sé a qué hora regresarás y ya sé que no vamos a salir esta noche, y además ¿de qué me sirve comprar ropa nueva si no salgo con ella?
Disculpa, pero tengo que ganar dinero.
Tú no has ganado mucho últimamente.”
Rubem Fonseca, El vendedor de seguros
“Era la hora de almorzar y todos estaban sentados bajo el doble toldo verde de la tienda de campaña que servía de comedor, pretendiendo que nada había sucedido.- ¿Quiere jugo de lima o limonada? –preguntó Macomber.
- Lima con ginebra –le contestó Robert Wilson.
- Para mí también. Necesito algo fuerte –dijo la esposa de Macomber.
- Supongo que está bien –concedió Macomber-. Dígale que prepare tres limas con ginebra.
El mozo ya había empezado a prepararlos, sacando las botellas de las bolsas refrigerantes de lona bañadas en sudor, en el viento que soplaba a través de los árboles que hacían sombra a las tiendas.
- ¿Cuánto debería darles? –preguntó Macomber.
- Una libra será suficiente –le dijo Wilson-. No querrá malacostumbrarlos.
- ¿El jefe lo repartirá?
- Absolutamente.
Media hora antes, Francis Macomber había sido llevado en triunfo hasta su tienda desde el borde del campamento en los hombros y los brazos del cocinero, los ayudantes, el desollador y los cargadores. Los porteadores de armas no habían tomado parte en la celebración. Cuando los nativos lo bajaron a la entrada de su tienda, les estrechó las manos a todos, recibió sus felicitaciones y luego entró en la tienda y se sentó en la cama hasta que entró su esposa. Ella no le habló al entrar y él salió inmediatamente para lavarse la cara y las manos en el lavatorio portátil que estaba afuera y luego se dirigió a la tienda de campaña que servía de comedor para sentarse en una confortable silla de lona en la brisa y la sombra.
- Ya tiene su león –le dijo Robert Wilson-. Y uno condenadamente bueno, además.”
Ernest Hemingway, La breve vida feliz de Francis Macomber
Lunes 9 de febrero, 2 y 9 de marzo,
de 18:30 a 20:30
El seminario se propone establecer, a partir de la lectura de tres novelas de distintos períodos, la actualidad de la escritura y de la poética del escritor francés Patrick Modiano, recientemente galardonado con el Premio Nobel de Literatura.
Por Walter Romero
Lunes 9 de febrero, 2 y 9 de marzo,
de 18:30 a 20:30
Archivos
Tres comienzos:
Chandler, Fonseca, Hemingway
El curso de Jose María Brindisi Todo relato es policial parte de la idea, ya clásica, de que todo relato propone ir detrás de un enigma. Aquí tres de esos enigmas planteados en textos de autores clásicos del siglo XX.
—
Tony Reseck bostezó. Movió la cabeza a un costado y escuchó la música frágil y gorjeada de la sala de radio tras una penumbrosa arcada en el extremo opuesto del hall. Hizo una mueca. Después de la una de la madrugada esa era su sala de radio. No tenía que haber nadie en ella. La pelirroja le estaba arruinando las noches.” Raymond Chandler, Estaré esperando “Renata, con su vestido nuevo, permaneció de perfil frente al espejo y volteó el cuello para mirarse el trasero, pues era un espejo grande que le alcanzaba para verse de cuerpo entero. Cuando me puse el saco, no sé ni cómo me vio, ya que cuando se miraba al espejo no veía nada más, sin embargo preguntó ¿vas a salir a trabajar a esta hora?
Mi negocio es vender seguros, lo sabes, no tengo horario, respondí.
Preferiría que lo tuvieras, son las cinco de la tarde, no sé a qué hora regresarás y ya sé que no vamos a salir esta noche, y además ¿de qué me sirve comprar ropa nueva si no salgo con ella?
Disculpa, pero tengo que ganar dinero.
Tú no has ganado mucho últimamente.” Rubem Fonseca, El vendedor de seguros “Era la hora de almorzar y todos estaban sentados bajo el doble toldo verde de la tienda de campaña que servía de comedor, pretendiendo que nada había sucedido.- ¿Quiere jugo de lima o limonada? –preguntó Macomber.
- Lima con ginebra –le contestó Robert Wilson.
- Para mí también. Necesito algo fuerte –dijo la esposa de Macomber.
- Supongo que está bien –concedió Macomber-. Dígale que prepare tres limas con ginebra.
El mozo ya había empezado a prepararlos, sacando las botellas de las bolsas refrigerantes de lona bañadas en sudor, en el viento que soplaba a través de los árboles que hacían sombra a las tiendas.
- ¿Cuánto debería darles? –preguntó Macomber.
- Una libra será suficiente –le dijo Wilson-. No querrá malacostumbrarlos.
- ¿El jefe lo repartirá?
- Absolutamente.
Media hora antes, Francis Macomber había sido llevado en triunfo hasta su tienda desde el borde del campamento en los hombros y los brazos del cocinero, los ayudantes, el desollador y los cargadores. Los porteadores de armas no habían tomado parte en la celebración. Cuando los nativos lo bajaron a la entrada de su tienda, les estrechó las manos a todos, recibió sus felicitaciones y luego entró en la tienda y se sentó en la cama hasta que entró su esposa. Ella no le habló al entrar y él salió inmediatamente para lavarse la cara y las manos en el lavatorio portátil que estaba afuera y luego se dirigió a la tienda de campaña que servía de comedor para sentarse en una confortable silla de lona en la brisa y la sombra.
- Ya tiene su león –le dijo Robert Wilson-. Y uno condenadamente bueno, además.” Ernest Hemingway, La breve vida feliz de Francis Macomber