A diferencia de la gran mayoría de los realizadores de su tiempo, Hugo del Carril advirtió el creciente protagonismo de la juventud en la vida social y política de fines de los ’50 y fue uno de los primeros en dedicar un film a la incomprensión intergeneracional. La película es una adaptación de la novela “Calles de Tango”, de Bernardo Verbitzky, y su tema guarda semejanzas con la obra “Los de la mesa 10” de Dragún, así como con la versión cinematográfica que realizó después Simón Feldman: una pareja de jóvenes se enamora pero las diferencias sociales de sus respectivas familias complican esa relación. El romanticismo que el director evidenciaba desde su primera obra se trasladó aquí a un contexto de cotidianidad porteña, que Del Carril conocía mejor que nadie, como se evidencia en la riqueza descriptiva con que representa a la “barra de la esquina” que piropea a las chicas del secretariado (“Pebeta, estás hecha un kilo...”), el regusto amargo del sexo sin amor, y la progresiva definición de una ciudad capaz de proporcionar a los jóvenes amantes el amparo negado por sus mayores. Los negativos del film se destruyeron tras el cierre de los laboratorios Alex en 1995. Se exhibe en copia de 16mm., rescatada por la Filmoteca Buenos Aires.
UNA CITA CON LA VIDA (Argentina, 1958) de Hugo del Carril, c/Gilda Lousek, Enzo Viena, Tito Alonso, Javier Portales, Rodolfo Ranni, Pedro Laxalt, Silvia Nolasco, Osvaldo Pacheco, Mabel Dalí. 89’.