Un primer acercamiento a la personalidad, la biografía y la obra de Lita Stantic, a través de sus propios testimonios, el análisis contextualizado de su producción y una compilación de documentos de difícil acceso. El libro, segundo de la colección Cosmos de Eudeba, incluye en DVD su film Un muro de silencio y dos cortometrajes realizados en colaboración con Pablo Szir.
Nació en 1941 en el barrio de Parque Chas, en la ciudad de Buenos Aires. Desde 1978 es productora de cine. Fue cinéfila, cineclubista, crítica de cine y cortometrajista. Hizo cine publicitario, cine experimental, cine comercial, cine independiente, cine por encargo y cine militante. Trabajó, entre otros, con Pablo Szir, Lautaro Murúa, Raúl de la Torre, Adolfo Aristarain, Alejandro Doria y Eduardo Mignona. Produjo cinco de los seis largometrajes de María Luisa Bemberg y dos de los tres de Lucrecia Martel. Acompañó los primeros pasos en el ejercicio profesional de Pablo Reyero, Pablo Trapero, Diego Lerman, Adrián Caetano, Lucía Cedrón y Paz Encina, entre muchos otros y otras.
Stantic fue una mujer cineasta en un ambiente profesional fuertemente masculino y machista. También una militante que defendió su opción por el cine entre realizadores que abrazaron la lucha armada. Durante la dictadura permaneció en el país y debió encontrar caminos para realizar películas rechazadas por el gobierno de facto. En los ochenta, junto a María Luisa Bemberg formó una dupla tan exitosa como inédita: nunca dos mujeres argentinas se habían asociado para hacer cine. En los noventa, Stantic abandonó una fórmula asegurada para dirigir Un muro de silencio, una película a contrapelo de su época, que hablaba de la necesidad de la memoria en medio de la instauración de políticas de olvido. Su nombre ya estaba entre los más destacados del cine local cuando decidió apostar por directores noveles. Trabajó cerca de activistas del feminismo, lideró organizaciones gremiales y participa hasta hoy en organismos de derechos humanos. Durante medio siglo, Lita Stantic fue testigo o fue protagonista de los principales sucesos del cine argentino.
En la conflictiva historia nacional reciente, su trabajo constituye uno de los pocos puentes que han permitido la transmisión entre generaciones de cineastas, no sólo de los saberes de un oficio, sino también de valores y miradas que algunos de sus coterráneos buscaron suprimir por la fuerza. Y de pensamientos y experiencias de otros que, como ella, se encontraron a lo largo del siglo XX a través del cine.