Murnau tuvio serios conflictos con la productora Fox tras el fracaso comercial de su obra maestra Amanecer (Sunrise, 1927), que se precipitaron con el advenimiento del cine sonoro. En algún sentido El pan nuestro de cada día y Amanecer son films de tono complementario, ya que aquí hay nuevamente un amor comprometido por las circunstancias y una oposición entre el campo y la ciudad. La diferencia sustancial es que la adversidad no viene esta vez de la ciudad sino del padre campesino del protagonista, un hombre endurecido por el trabajo que se muestra incapaz de soportar que su hijo escape a su tiranía patriarcal. El film tuvo un presupuesto notoriamente inferior al de Amanecer, pero la sensibilidad poética de Murnau no sufrió por ello, como se advierte en la abundancia de matices con que enriqueció la sencilla trama. El modo en que decidió rodar las escenas de trabajo en el campo, por ejemplo, posee un lirismo que tiene poco en común con el cine norteamericano de entonces y que se acercó -sin saberlo- a lo que Dovzhenko estaba haciendo en la Unión Soviética para su film La tierra, del mismo año.
Murnau concibió el film mudo, pero cuando estuvo terminado la Fox decidió que lo estrenaría parcialmente sonoro, de modo que le cortó una media hora y le agregó escenas habladas, que se filmaron sin intervención del director. Así se estrenó para decepción de público y crítica, bajó de cartel a las pocas semanas y nunca más fue visto. Murnau rompió su vínculo con el estudio y decidió producir con dinero propio su siguiente film (Tabú, 1931) para conservar completo control creativo sobre su obra. Durante décadas se consideró que el pan nuestro de cada día era un film perdido, hasta que en 1970 se descubrió que la Fox aún conservaba la versión original muda, que de hecho era la que había circulado fuera de los Estados Unidos, y así el film pudo ser redescubierto y celebrado. Se verá esa versión, en copia nueva, adquirida recientemente por la Filmoteca Buenos Aires.
El pan nuestro de cada día (City Girl, EUA-1930) de Friedrich W. Murnau, c/Charles Farrell, Mary Duncan, David Torrence, Edith Yorke, Anne Shirley. 90’ aprox.