Las películas de terror han ido cambiando con el tiempo. En un primer momento el objetivo era producir miedo. Así, cuando aparecía Bela Lugosi encarnando al conde Drácula la gente temblaba en los cines. Lo mismo se puede decir de clásicos que trataban de generar una sensación de inquietud y pavor en los espectadores, como El resplandor, El exorcista, Alien, Halloween y otras. El género a mediados de los 80 comenzó a renovarse y fue agregando humor y parodia. Si el dramaturgo Pirandello había adoptado el término grotesco para hacerlo suyo y entregarle a sus obras esa mezcla de comicidad y tragedia, podríamos decir algo similar de Sam Raimi, el director de Arrástrame al infierno, película que no escapa al estilo del director, que conjuga a la perfección el terror con la comedia negra.
La culpa es de un botón. Esta es la premisa para que aparezca el demonio. Una escena que conjuga el terror con la comicidad y define el tono de la película, es la del estacionamiento donde la protagonista se enfrenta a una vieja que le había ido a pedir ayuda para no ser desalojada por el impago de la hipoteca. De allí en más, nadie como Raimi para manejar los tiempos entre ambos condimentos, acertando una vez más y desarrollando una película que formalmente continúa la original estética de Evil Dead.
Texto de Nicolás Pose.
Arrástrame al infierno (Drag Me to Hell, EUA, 2009) de Sam Raimi, c/Alison Lohman, Justin Long, Lorna Raver, Dileep Rao, David Paymer. 99’.