Una tribu de cineastas está filmando un documental sobre el culto al Gauchito Gil, suerte de Robin Hood del siglo XIX, santo popular de marginales y delincuentes. En el camino se encuentran con un nuevo Gauchito urbano, líder de una banda que repite el accionar del mítico ladrón pero en la Buenos Aires del siglo XXI. Las tribus se cruzan, como los géneros: documental, ficción, puesta en abismo, thriller y ecos de tragedia shakespereana. ¿Cómo representar lo mítico, la marginalidad lejos del “realismo sucio”? Ricardo Becher y Tomás Larrinaga exploran hasta la abstracción todas las posibilidades de la imagen digital con un deseo maximalista. El Gauchito Gil, largometraje punta de lanza del “neoexpresionismo digital”, es un film coral, musical y comunitario que rehúye a las clasificaciones. Como un cuadro de De la Cárcova asaltado por Munch o un Facundo montado en la moto de Brando, Becher suma su maestra de beatnik-zen a la de la generación del mañana, en este nuevo tiro de gracia en el rostro de las convenciones fílmicas. Texto de Alejandro Ricagno.