Es inevitable que la memoria se confunda con el mito, o que el rumor se erija en verdad histórica. Intentaré que mis comentarios acerca de Tania Bruguera y su performance Destierro evadan esos límites imprecisos.
Creo en la necesidad de reconstruir el contexto en sus rasgos esenciales para ubicar en él las acciones, cualesquiera que estas sean, dentro de la mayor objetividad posible, aunque sabemos que toda historia, o incluso la más inmediata percepción o interpretación de un hecho o un dato, es ya una historia diferida. Por eso trato de acerarme a las evidencias y a las voces que las replicaron en su momento, es decir, a los que vimos o hablamos en tiempo real o casi. Y aunque la lectura de las interpretaciones más recientes de la obra de Tania es útil y necesaria para tener una idea progresiva de su carrera, se me hacen cargadas de mediaciones y reacciones desde el hoy, debido sobre todo al acecho político que Tania y su obra en general han recibido en los últimos años.
Me he concentrado por tanto en la década del noventa –en particular entre 1992 y 1999–, años en que colaboramos intensamente y en los que Tania emergió como artista y maduró en lo fundamental su carrera y su personalidad. He ido entonces a buscar en lo posible su propia voz y la de sus contemporáneos para entender qué les motivaba, preocupaba, cómo lo referían; y sentir sus diálogos en sintonía con su propio tiempo que era también el mío; no con el posterior.
Las voces más recientes me dan la medida de cuánto podemos interferir en la verdad o separarnos de ella.
Entre utopías. El tránsito
Como toda década comienza en la anterior, vale decir que los noventa en Cuba iniciaron su crisis desde la segunda mitad de los ochenta.
¡Ahora sí vamos a construir el socialismo! Primera plana del periódico Granma, órgano oficial del Partido Comunista de Cuba, La Habana, publicado el 27 de diciembre de 1986. Foto: José A. Figueroa.
Los cubanos de a pie –incluidos los artistas– vivimos un proceso paulatino de desarticulación de valores que el discurso político denominaba de “rectificación de errores” acumulados, pero que en realidad eran ensayos preparatorios del Estado ante el inminente colapso del sistema socialista europeo. De este colapso, dicho sea de paso, nos enteramos los de a pie (incluidos los artistas) cuando estuvo ahí, justo frente a nuestras narices, en noviembre de 1989 y más aun un poco después cuando nos informamos lo suficiente por diversas vías y vimos por primera vez las imágenes de Berlín y su muro caído, que nunca fueron transmitidas en tiempo real ni referidas por la televisión y la prensa nacionales. [1] Pero nos dimos cuenta sobre todo cuando sentimos la crisis económica que puede considerarse decretada oficialmente tan pronto como en enero de 1990. Hasta ese momento vivimos un cierto espejismo que nos hacía suponer que ciertas aperturas ideológicas, ciertas transparencias de expresión, incluso cierto desarrollo económico, podrían sobrevenir a la rectificación anunciada.
La productividad de los artistas y su vocación crítica hacia lo “rectificable” en el segundo lustro de los ochenta fueron febriles. No se había fracturado aún el diálogo con la institución arte dentro de la cual se mantenían trabajando muchas mentes lúcidas e igualmente empeñadas en una rectificación real, aunque de sentido opuesto. Una parte de la administración cultural, debe ser dicho, intentó hasta donde pudo actuar como negociadora con las instancias políticas y mantener ciertas garantías de protección para la creación y los creadores. Se sucedieron las acciones callejeras; los peformances, las exposiciones y obras que diseccionaban y destruían semánticamente los postulados dogmáticos del sistema; desmontaban ante el público la propaganda; se desnudaban sentencias que dábamos por sagradas. Muchos proyectos artísticos, en grupo o en solitario, se insertaban en las comunidades obreras, barrios, pueblos rurales para investigar desde adentro qué aquejaba y cómo pensaba la gente. La estructura monopólica de la cultura en Cuba no daba abasto ante tanta demanda de acción, aprobaciones y coordinaciones; y más arriba de ella, en la estructura política del país, no había intenciones de solventar el conflicto. Simplemente lo desarticularon.
Los artistas no tenían miedo, pero el arte no tenía el poder. Así de sencillo.
Tania y los artistas de su generación vivieron esos tardíos ochenta cuando estaban en plena etapa formativa. Coexistieron con los mismos problemas, vieron a sus mayores –familiares, artistas, profesores– lidiar con ellos y tuvieron que, en consecuencia, al igual que sus mayores, construir sus propias estrategias de sobrevivencia y con mucha inteligencia prefigurar su futuro. Entonces vinieron las opciones: el viaje para unos y el camuflaje para otros. [2]
Creo profundamente que no se trataba del fin de la utopía como muchos aseveran, sino el principio de otra, protagonizada por los que permanecimos en el escenario. Podríamos decir que el “Nuevo arte cubano” daba paso a otro “Nuevo arte cubano” porque era necesario vivir entre utopías. [3]
Los Novísimos de los noventa
Mi experiencia en los años noventa vinculada directamente con los más jóvenes artistas egresados del Instituto superior de Arte (ISA) entre 1991 y 1994, me permitió́ compartir con ellos los procesos de discusión, creación de sus obras y la elaboración de estrategias para hacerlas visibles más allá́ de la isla. También compartimos la vida diaria y las penurias materiales. Fueron igualmente años febriles, comparables a los de los últimos ochenta que también viví́, pero ahora desde la alternatividad, que prefiero llamarle desde la independencia.
Era un escenario de absoluta crisis nacional en todos los órdenes y que en el terreno del arte implicaba además el franco debilitamiento de las instituciones culturales (la mayoría de los especialistas abandonamos las instituciones y sus directivos fueron destituidos) y en igual proporción el crecimiento de la censura. ¿Cómo hablar entonces desde el arte de la crisis post muro de Berlín en Cuba y de sus graves consecuencias a nivel social y político, del éxodo permanente, del crecimiento de la violencia y el vandalismo, del descreimiento en anteriores ideales, la prostitución física y moral, la disfuncionalidad de valores? Para ello se entronizó la metáfora, el objeto artístico y la recuperación del oficio que, en apariencia, eran benignos al poder. [4] Los artistas protagónicos en esas nuevas circunstancias: Los Carpinteros, Fernando Rodríguez, Tania Bruguera, Raúl Cordero, Belkis Ayón (por citar solo algunos de los más cercanos a mi experiencia personal) fueron magistrales en el uso de subterfugios y escaramuzas.
Los Carpinteros (Alexandre Arrechea, Dagoberto Rodríguez y Marcos Castillo, un trío inexpugnable) crearon una fórmula colaborativa de trabajo que fortalecía la discusión de ideas y la realización exquisita de objetos e instalaciones que evidenciaban ante los ojos confundidos de los políticos la disfuncionalidad de todo el país; Fernando Rodríguez lograba evadir toda censura cuando hablaba de ilusión y patriotismo pero desde la «mirada» de su personaje de ficción, Francisco de la Cal, que era ciego. Belkis Ayón, por su parte, llevó la técnica tradicional del grabado colográfico a calidades y dimensiones no antes vistas, incluso de formato instalativo y parecía ser una reivindicadora de la religión a través de la Sociedad Secreta Abakuá –sociedad de origen africano y exclusiva para hombres–, cuando en realidad los personajes de la leyenda que ella recreaba gritaban contra la violencia, la censura, la coerción de libertades y el dolor de todos. Raúl Cordero, en apariencia el más políticamente aséptico de sus contemporáneos, creaba video-instalaciones low tech y pintaba explorando la naturaleza del lenguaje en cada medio; pero al mismo tiempo, en su reiterado des-compromiso político, lo que hacía era evidenciar el hastío por la súper ideologización del arte, lo que también se traducía en una postura política.
Todos hicieron un arte político, sin dudas –sin llegar a la militancia–, porque sencillamente en las circunstancias cubanas del momento y dada la carga ideológica de la vida en el país, era imposible eludir el contexto, pero casi suicida enfrentarlo desde la militancia. Tania Bruguera no fue una excepción generacional, como algunos críticos foráneos han señalado, aunque sí forzó claramente ciertos límites.
Nuevamente los artistas no tenían miedo, pero el arte seguía sin tener poder.
La duda razonable de la utilidad del arte
Tania optó por el performance como la práctica artística que mejor resumía un largo proceso que parte de la investigación sobre un tema; la imagen originaria que de él se tiene; el tránsito entre esa imagen y la acción; y todo ello como consecuencia de una experiencia de vida:
«Al performance llegué porque la instalación se convirtió en una práctica, para mí, un poco académica. El performance se perfilaba como una opción más transgresora, más intensa, en la que podía hacer parte del proceso a otras personas (...) El proceso de los performances, aunque no siempre es igual, generalmente comienza con una imagen, que puede ser una metáfora o una acción. Esa imagen se queda viviendo en mi cabeza por un tiempo, a veces de años, ahí le voy agregando o quitando elementos, lo voy editando mentalmente, hasta que un día sale, a veces por su cuenta (...) Me hace sentir bien cuando la obra no es solo un producto mío en el sentido más solitario de la palabra». [5]
La propia elección de su tema de tesis de graduación del Instituto Superior de Arte ISA, con la exposición Ana Mendieta / Tania Bruguera en 1992 ya la situó claramente, en mi opinión, como una artista performática, pues debe decirse que en buena medida la «cita» que Tania hizo de Ana en ese ejercicio académico fue, si no el primero, uno de sus primeros performances. La importancia de esa exposición, con y a través de la obra de Ana reeditada por Tania, no se puede soslayar. Pero debe decirse, a favor de la intención verdadera de su acercamiento a la Mendieta, que Tania homenajeó su obra, la rescató para la memoria de sus contemporáneos, estudió las motivaciones de la artista y su metodología, se identificó y aprovechó de ellas por lo que de relación arte-vida-historia significaban; pero muy pronto se desmarcó de cualquier vocación de género – tema recurrente y magnificado por casi todos los críticos al hablar de la obra de Tania hasta hoy. Si bien la figura de la mujer (Marilyn Monroe, Ana Mendieta o Tania misma) asociada a su etapa estudiantil y a sus primeras dos exposiciones personales, parecía absorberla, fue tempranamente superada hacia una clara figura social «no género» sino genéricamente cívica. [6] En palabras de uno de sus contemporáneos, el artista y crítico Tonel, Tania al igual que Ana lo había hecho «superpone la propia biografía al tejido –a ratos desgarrado– de lo social y de lo histórico». [7]
Estos otros derroteros, lo social y lo histórico, quedaron bien definidos tan pronto como en 1993, en su tercera exposición personal que tituló Memoria de la postguerra. [8] Los títulos de las instalaciones y performances mostrados, por sí mismos, no dejaban dudas de la ruta de su pensamiento: La fe, El poder, El viaje, La isla en peso III, Habeas Corpus, y Memoria de la Postguerra. Esta última, un rústico periódico tan incendiario para su momento que la artista solo alcanzó a publicar su segundo número en junio de 1994. [9] Memoria... fue en sí misma una publicación de matiz performático por su proceso de concepción, edición y producción y también el inicio de una serie de instalaciones y performances homónimos que fueron dando cuerpo a otro de los núcleos de pensamiento de la artista: la emigración y el destierro.
Memoria de la Postguerra Año 1, No 1 (1993) y Año 1, No.2 (1994). Colección Estudio Figueroa-Vives, La Habana.
Su vocación de reflexión y confrontación con temas sociales, ideológicos, la unilateralidad del ejercicio del poder, las libertades individuales y colectivas, el civismo como deber del individuo social, están en la génesis de todo su trabajo, pero pasaban por un proceso que los hacía entender ante todo como experiencia personal, con la carga de introspección, sacrificio, sentido de culpa, silencio forzado, censura y auto represión. Su psiquis y su cuerpo eran sus filtros y recipientes. Quizás por ello sus performances y también sus instalaciones pasaban difíciles de censurar, pero eso sí, muy incómodos.
Al inicio de sus palabras al catálogo en esa exposición de 1993, Tania definió lo que hasta hoy es el eje de toda su carrera: «Sigo sobreviviendo entre las ideas y la duda razonable de la utilidad del arte.» En la medida en que su dominio del acto performático se hizo mayor y la necesidad del arte como detonador social se le hizo impostergable, Tania fue a mayores extremos. Ya no se trataba de flanquear o desdibujar los límites entre arte y vida, porque para ella no existían.
Usó todos los recursos simbólicos, metáforas, símiles y cualquiera de los recursos creativos posibles, pero ninguno de ellos camufló la naturaleza y mensajes de sus verdaderas preocupaciones. Su lenguaje no fue críptico sino transparente, entendible tanto dentro de los predios conceptuales, como en los escenarios no enterados ni interesados en el arte. Siempre lograba establecer un rapport con todos sus espectadores, ya fuera por el entrenamiento de algunos en el consumo del arte, como por medio del impacto emotivo, las sensaciones, la capacidad de activar cualquier recurso de percepción, incluidos la angustia, el morbo o el asco, que nos son comunes a todos. Nunca se puede salir indemne de su espacio performático.
La práctica de un arte poco objetual y por ende raramente comercial, en medio de un panorama internacional que en buena medida potenció y modeló parte de la producción artística nacional, fue también otra de las características distintivas de Tania en esos noventas. [10] La manera en que pensaba y producía la conducía directamente al performance. Sus dibujos e instalaciones estaban hechos con los desechos manoseados o derivados de sus acciones, o con materiales de otras en proceso. La factura era siempre la huella de algo, de un fluido corporal o de alguna suciedad del taller o del camino. Necesitaba vender sus objetos para vivir y producir sus performances, pero eran muy difíciles de ubicar en el mercado. Relegó cuanto pudo el producirlos y lamentaba su poca solvencia económica.
Optó por invertir todo su esfuerzo y recursos en performances cada vez más comprometidos con sus propios demonios y en 1994 debuta en la V Bienal de La Habana con un mega espacio donde se ubicó a ella misma en medio de dos potentes instalaciones. La instalación El viaje ya había sido presentada en una primera versión en la exposición Memoria de la Postguerra (1993) pero Tabla de salvación fue pensada ese mismo año como un memorial donde las lápidas de mármol negro llevarían grabados los nombres de cubanos y cubanas que hasta el momento de mayo de 1994 habían sido confirmados como desaparecidos en el mar, por medio de encuestas privadas a familiares y amigos. El proyecto de instalación fue aprobado por el equipo curatorial de la Bienal, no así el listado de las víctimas.
Miedo. De la serie Memoria de la Postguerra, performance. El viaje, instalación, atados de papel y documentos personales. Tabla de salvación, instalación, mármol, madera, algodón. Fotógrafo no identificado.
Nada nos hacía suponer que tres meses después de esta presentación, más de 30.000 cubanos se lanzarían al mar intentando cruzar el Estrecho de la Florida. Las estadísticas son aún aproximadas.
La presencia de Tania en la Bienal fue una trilogía dedicada al flagelo de la emigración, el exilio y a la muerte.
Destierro (1998-1999)
Destierro es concebido casi al final de la década, cuando ya Tania había analizado suficientemente la estructura dramática de sus performances anteriores, los escenarios en los que los había realizado, su efectividad o no en cada caso y, sobre todo, había experimentado la insatisfacción de mantenerlos confinados aún a espacios reconocibles para el arte. Hasta ese momento había trabajado en instituciones públicas y privadas, centros educacionales, museos, bienales, espacios alternativos e incluso en su propia vivienda-taller, pero aún no se había lanzado a la calle.
Destierro es el primero de los performances en el que, en mi opinión, Tania desborda los escenarios de arte y se inserta inesperadamente en el entramado social. Se produce con este performance un alejamiento del espacio de confort que bien dominaba la artista y se desborda hacia el exterior sin control de lo que pueda suceder una vez traspasada la frontera. Entraba en un terreno que una investigación científica definiría como área de «variables no controladas» pero para el arte es la relación biunívoca entre ethos y pathos. Con Destierro Tania ponía a prueba sus capacidades y demostraba su interés en hacer un arte de hondo calado social.
La versión de Destierro en La Habana en agosto de 1998 ha sido reseñada por la crítica internacional, una y otra vez, como una suerte de “pase de cuentas” entre la artista –encarnando al pueblo– y el líder cubano Fidel Castro por las promesas incumplidas. Interpretación debida a que se realizó en el marco de la exposición colectiva Obsesiones en el Centro de Arte Contemporáneo Wifredo Lam, inaugurada el 13 de agosto, día del cumpleaños de Fidel. Igualmente, los comentarios críticos siguen haciendo énfasis en el alcance simbólico que para los espectadores cubanos tiene la figura africana del Nkisi Nkondi –encarnado por Tania en el performance. También la crítica hace hincapié en los materiales usados por la artista para confeccionar el traje de su personaje, insistiendo en la “certificación” de su origen cubano; así como en la ritualidad de toda la puesta en escena. Estos enfoques no se desestiman, pero exotizan sin dudas la lectura de la obra, a la vez que reducen su alcance más universal.
De aceptarse tales lecturas localistas estaríamos invalidando la efectividad del performance en los muy diversos escenarios en los que la artista lo reeditó entre 1998 y 2010, con ligeras adecuaciones, antes y después de la sede habanera. [11]
Sirva mi testimonio para demostrar la universalidad que la obra defiende y su vigencia pasados 22 años de su primera presentación. [12]
Plaza de la Catedral, Avenida del Puerto, La Habana, 13 de agosto de 1998, en la tarde
El performance comenzó para Tania en la intimidad del proceso mismo de vestir el traje de su personaje. No estaba expuesta al público y era necesariamente asistida por sus colaboradores. Era un proceso lento de aproximadamente una hora, en el que se debía ajustar al cuerpo de la artista la rígida estructura de tela y espuma de goma recubierta de barro y finalmente intervenida por decenas de clavos de hierro. Era un proceso silencioso como el resto del performance en el que Tania tenía tiempo de repensar sus intenciones, no así sus próximos movimientos, que hasta donde me consta, eran guiados por la espontaneidad y las reacciones del público. Se presentó empoderada por la figura del Nkisi Nkondi en una de las salas del segundo piso del Centro Lam y corrió el rumor entre los asistentes a la inauguración de que estaba allí. Comenzó a avanzar por las galerías, bajó las escaleras seguida de una parte de los espectadores, los pocos fotógrafos amigos y un cámara. Los que estábamos en el inside del performance la seguimos, pero no teníamos seguridad del resto. Salió a la calle que queda justamente al costado de la Catedral de La Habana y su Plaza Mayor. Ahí comenzó el reto para Tania y también el mito.
El Nkisi Nkondi del que Tania se apropió fue, sin dudas, identificado por los transeúntes como una de las tantas versiones criollas que el culto popular tradujo del original africano en muñecas de tela, bultos atados, recipientes de barro y sus contenidos, tallas en madera, entre otras muchas objetivaciones. Esos objetos derivados tenían la posibilidad de «contener» y «desatar» fuerzas espirituales capaces de actuar sobre su comunidad tanto de forma positiva como negativa. [13] Pero en la Cuba de los noventa también resolvían conflictos más concretos de diversa índole como pugnas personales, violencia de género, deudas de honor y económicas no saldadas, procesos legales pendientes, carencias económicas, persecuciones políticas, reunificación familiar y ansias de éxodo, entre otras muchas necesidades.
El empaque de ritual que el performance tenía era perfectamente comprensible para todos los que lo vieron aquella tarde en los alrededores de la Catedral de La Habana, y no solo por la relación popular de los cubanos –creyentes o no– con las religiones de origen africano y sus representaciones simbólicas, ramificadas en muy diversas formas a través del tiempo; sino también, y muy importante, por la imbricación de estas con la religión católica, igualmente extendida en Cuba a todos los niveles.
Vale recordar que a nivel popular y cultural los santos católicos occidentales (Santa Bárbara, San Lázaro, la Virgen de la Caridad del Cobre patrona de Cuba, entre los más venerados en el país) camuflaron al inicio de la colonización española a las deidades africanas desterradas y prohibidas, y desde entonces y ahora, rebautizadas por sus nombres africanos (Shangó, Babalú Ayé, Oshún). Ellos comparten funciones e intercambian atributos, pero lo más significativo a nivel social y cultural es que hermanan gente.
Estas deidades híbridas también habían jugado un rol político importantísimo a la altura de 1998, cuando Tania realizó Destierro, porque a lo largo de la década y como resultado de la crisis económica, moral y de valores en el país, no fue la ideología sino la fe –religiosa o pagana– la que cohesionó a la mayoría del pueblo cubano y mantuvo su capacidad de sobrevivencia.
Los años noventa vieron llenar nuevamente los centros de culto, en particular las iglesias católicas que por décadas habían perdido feligreses y eran vistas con extremo recelo por parte del Estado debido al rol político contrario a la Revolución que había asumido el alto clero a inicio de los sesenta. Ahora en tiempos de crisis esas iglesias reunieron a todos los religiosos porque se convirtieron en espacios libres e inclusivos. Como colofón, cuando la década estaba por concluir, pero todavía en medio de una crisis inacabada, se produce la visita del Papa Juan Pablo II en enero de 1998. Se cerraron inesperadas alianzas entre política y religión; y la fe, ahora personalizada en el Papa, logró una convocatoria espontánea en las calles del país equivalente a la que había logrado la visita de Mijaíl Gorbachov en abril de 1989, meses antes de que se comenzara a desplomar el muro de Berlín. Ambas visitas acotan un período en el que los cubanos sobrevivimos con la fe en la posibilidad de un cambio.
Visita de Mijail Gorbachov a Cuba, abril de 1989 y visita de Juan Pablo II a Cuba, enero de 1998. Fotos: José A. Figueroa
Ese fue el escenario en el que Tania realizó Destierro en agosto de 1998.
El performance duró aproximadamente otra hora más, desde que saliera a la calle y caminara la Plaza de la Catedral, la calle San Ignacio, enrumbara hacia la Avenida del Puerto y llegara casi a la intersección de ésta con la entrada del Túnel de La Habana, desde donde claramente se veía el faro del Morro uno de los símbolos de la ciudad. Todo el trayecto seguida por gente de la calle que se sumaba en silencio. Imposible caminar más en una tarde de agosto en Cuba, pero Tania había probado la efectividad de su acción.
La Brea Avenue, Los Ángeles, viernes 15 de enero de 1999, 7.00 pm
El performance se realizaba por tercera vez pero ahora en una galería comercial, Iturralde Gallery, especializada en arte latinoamericano y ubicada en uno de los circuitos de arte de la ciudad de Los Ángeles. Estaba sobre La Brea, una de las avenidas usualmente congestionadas por su ubicación entre Wilshire y Sunset Boulevard, es decir, parte del gran West Hollywood. El hecho de que se trataba de una galería comercial podía suponer que tanto las obras como el performance mismo estuviera condicionado de alguna manera por las expectativas económicas de la galería y su público, pero debe decirse que desde 1997 la ciudad de Los Ángeles era uno de los núcleos más activos para la promoción del arte joven cubano en Estados Unidos gracias a la intensa programación de exposiciones y eventos organizados por algunas de sus galerías, curadores, museos y apoyada por un coleccionismo instruido en el buen arte contemporáneo. [14]
La exposición era anunciada como «her debut U.S. solo show, Havana based artist» y comprendía instalaciones, dibujos y fotografías que en su conjunto recorrían parte importante de su obra desde 1995, incluida Estadística, la bandera cubana confeccionada con el pelo de decenas de donantes cubanos, que colaboraron en su confección en sesiones colectivas, en la casa de la artista. [15]
Estadística, 1995-1996. Pelo, estambre, cordel, hilo sobre tela; 360 x 170 cm. Vista de la instalación y performance en Iturralde Gallery, Los Angeles, enero 15, 1999. Foto: Teresa Iturralde. Cortesía Iturralde Gallery.
Parte de las obras viajaban desde la Whitechapel Gallery de Londres, otras desde Chicago donde la artista alternaba estancias, la bandera desde la 2º Bienal de Johannesburgo y el traje de Destierro desde La Habana, con una bolsa de barro de repuesto y clavos cubanos de mala calidad para garantizar su oxidación.
Los retos a los que Tania se enfrentaba esta vez eran, de una parte, la presumible distancia entre su público y las claves para la lectura simbólica que necesitarían para entender el performance. Pero sobre todo porque se enfrentaba a Hollywood, una geografía que es básicamente un estado de ánimo y donde todo y todos pueden fácilmente fundirse en la ilusión de una puesta en escena. Una vez más Tania se propuso un traspasar el espacio controlado de la galería. Luego de un recorrido lento frente a sus propias obras salió a La Brea y la avanzó por casi una hora contra el tráfico congestionado de un viernes en la noche. Contra todos los pronósticos y contradictoriamente a lo sucedido en La Habana, los asistentes a la inauguración dentro y fuera de la galería y los transeúntes no avisados, y el tráfico en general, reaccionaba ante el Nkisi Nkondi, mezcla de duda y solemnidad, tomando de sus manos los clavos y enterrándolos en su cuerpo como si estuvieran habituados a pedirle favores y hacer promesas a cambio.
Destierro, Iturralde Gallery, Los Ángeles, enero 15 de 1999. Foto: Teresa Iturralde, Cortesía Iturralde Gallery.
Cabría peguntarse ¿Qué salvó a Destierro del efecto Hollywood? Faltaban producción, luces,cámaras, personal de apoyo. Claramente no era un espectáculo.
Si fuera posible reeditar hoy Destierro en La Habana, Los Ángeles o en cualquier latitud veríamos magnificado su efecto. Las razones por las que Tania concibió este performance hace ya más de 28 años permanecen insolubles. Los miedos se acrecientan, la precariedad y vulnerabilidad de la vida es constante para grandes mayorías, se atiza la violencia y la fe sigue hermanando hombres. Sería arte y activismo político, sin distinción.
Notas
1. La mención a los sucesos del 9 de noviembre se hizo en el periódico Granma del Partido Comunista de Cuba, al día siguiente en una nota a pie de página con el engañoso título: “Anuncia la RDA apertura de sus fronteras”.
2. La investigación realizada para el libro Memoria. Artes Visuales del Siglo XX, reportaba en 1993 la cantidad de 106 artistas cubanos fuera de Cuba. Con muy pocas excepciones, todos habían optado por la emigración definitiva o de larga estancia. Todos actuantes durante los años ochenta y entre ellos, muchos de sus principales protagonistas. El listado fue publicado por Tania en el primer número de su obra Memoria de la Postguerra. (Memoria. Artes visuales cubanas del siglo XX. José Veigas, Cristina Vives, Dannys Montes de Oca, Valia Garzón, Adolfo Nodal. California International Art Foundation, Los Angeles, 2002).
3. El término «Nuevo Arte Cubano» por primera vez utilizado por Luis Camnitzer en New Art of Cuba (University of Texas Press, 1994) para definir la orientación del arte durante los ochenta en Cuba, ha sido desde entonces llevado y traído para muy diversos fines y en diferentes momentos. Lo ha utilizado la academia, la crítica, el periodismo, los curadores, la institución arte nacional e internacional, para casi todo el arte posterior producido en la isla. De hecho, la casi totalidad de las exposiciones y textos de la década del 90 lo han utilizado como sello de identidad y herramienta de mercadotecnia.
4. La conceptualización del oficio artístico recuperado como metodología y práctica social del arte debe encontrarse en la exposición y texto El oficio del arte de 1995 que le valió a su curadora Dannys Montes de Oca el Premio Nacional de Curaduría 1995.
5. Valia Garzón entrevista a Tania Bruguera en catálogo Tania Bruguera. Lo que me corresponde. Colloquia. Museo Nacional de Arte Moderno, Guatemala, mayo de 1999.
6. Sus dos primeras exposiciones personales fueron sus tesis de graduación: Marilyn is alive, Academia de San Alejandro en mayo de 1986 y Ana Mendieta/Tania Bruguera, Centro de Desarrollo de las Artes Visuales, La Habana, enero de 1992.
7. Antonio Eligio Fernández (Tonel). Palabras al catálogo. V Bienal de La Habana, mayo de 1994.
8. Galería Plaza Vieja, La Habana, noviembre 2 de 1993.
9. El No.1 de Memoria de la Postguerra logró ser repartido también como parte de la instalación de Tania en la V Bienal de La Habana de mayo de 1994, en cambio, el No.2 de junio de ese año, dedicado enteramente al tema del exilio del arte cubano fue prontamente censurado por las autoridades. El No 3 con el tema de la “Reconciliación” que la artista previó en formato oral para ser presentado en la primavera de 1999 en La Habana, nunca ocurrió (fuente: correspondencia email de la artista en octubre de 1998 en archivo de la autora).
10. Desde que se legalizó la tenencia del dólar estadounidense en Cuba en 1993 y se estableció como moneda de circulación nacional, al unísono con el peso cubano, el mercado internacional de arte empezó a introducirse en el entramado artístico cubano representando a la vez el recurso de vida de los artistas y lo que Camnitzer describió como el “peligro de perder la coherencia” (Luis Camnitzer. “Memoria de la postguerra”, Art Nexus, No.15, 1995).
11. Destierro fue realizado por primera vez el 9 de julio de 1998 en la III Bienal Barro de América, en el Museo de Bellas Artes de Caracas, Venezuela del cual se dispone lamentablemente de poca documentación y referencias bibliográficas. A la segunda presentación en La Habana le siguió Lo que me corresponde, exposición personal en Iturralde Gallery. Los Angeles, 15 de enero de 1999, también analizada en este texto. Según se lista en la página web de la artista (www.taniabruguera.com), Destierro fue presentado hasta hoy en: Molino Cubano. Watermill Foundation, Nueva York, agosto 3 de 2003; The Hours - Visual Arts in Contemporary Latin America. Irish Museum of Modern Art (IMMA), Dublin, Irlanda, octubre 5 de 2005; y en Tania Bruguera: En el imaginario político. Neuberger Museum, State University of New York, 28 de enero de 2010
12. La autora fue colaboradora presencial de la artista durante todo el proceso de concepción y realización de Destierro en las sedes de La Habana y Los Ángeles en 1998 y 1999 respectivamente.
13. Ver entre otros Dr. Shawnya L. Harris / Dr. Peri Klemm, "Power Figure. Nkisi Nkondi, Kongo peoples," en Smart History, agosto 9, 2015, consultado noviembre 10, 2020, https://smarthistory.org/nkisi-nkondi-kongo-people.
14. Lo que me corresponde. Iturralde Gallery, Los Ángeles, enero 15-febrero 20, 1999. Curada por Cristina Vives y Teresa Iturralde. La galería ya había realizado hasta la fecha exposiciones personales de Los Carpinteros, Raúl Cordero, Fernando Rodríguez y Juan Carlos Alom. Junto a Couturier Gallery, Robert Berman Gallery, Los Angeles County Museum of Art (LACMA) y el Museum of Contemporary Art (MoCA) se conformó un circuito de promoción de gran parte de los artistas representativos de los noventa cubanos.
15. Estadística fue exhibida por primera vez en Tijuana 96 y posteriormente en mayo de 1997 durante la Bienal de La Habana en la casa taller de la artista como parte del performance El peso de la culpa. Es una de sus obras más reproducidas.