Fragmento del ensayo de Andrea Giunta incluido en el catálogo de la exposición Antonio Berni: Juanito y Ramona, MALBA (2014), con el título "Ramona vive su vida". 
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Una capa leve de azul translúcido se desliza sobre la imagen de una joven rubia y publicitariamente bella. Los rastros del pigmento atraviesan el rostro y vinculan el póster con las tensiones de la urbe. El tono azulado le agrega un efecto nocturno o cinematográfico. La armonía de la rubia de La gran tentación o La gran ilusión proviene de sus rasgos y la sedosidad de la piel, que aumentan el poder persuasivo de esa muchacha perfecta que aprieta entre sus uñas pintadas de rojo un puñado de monedas francesas. En la otra sostiene un auto, como si nos ofreciese un regalo. “Si usted es rubia y bella, puede poseer todo esto”, parece decirnos la imagen. Quizás se trate de la publicidad de un auto (¿un Buick? ¿un Pontiac?) que cita el póster del film de 1958 Attack of the 50 Feet Woman [El ataque de la mujer de 15 metros]. En cualquier caso, se trata de una mujer poderosa. Ya sea por su belleza estereotípica o por su tamaño. Arriba del auto se estrella el impacto de una masa de pintura roja. Un atentado, un signo de violencia, una confrontación de mundos y de sentidos. Debajo, o del otro lado, separado por una valla de chapas y pintura, un conjunto de personajes se une en un desfile grotesco. Se desplazan entre fragmentos de basura. Con los rostros deformados, exuberantes, vociferantes, caminan exhibiendo sus gestos y sus cuerpos desde una representación opuesta al canon que encarna la modelo. Los personajes masculinos, un linyera,2 hombres trajeados, una figura que parece un militar, todos cuerpos y rostros exasperados, rodean a una mujer semidesnuda, con plumas, medias, ligas y cartera. El estereotipo de la prostituta. Ella mira a la mujer del retrato publicitario. No tiene la piel suave, ni un maquillaje cuidado; su rostro es el del exceso, la violencia, los ángulos, los contrastes de color y de texturas. Los brillos exaltados. Ramona se descompone en fragmentos. Monedas, strasses y una boca cuasi ortopédica libran una batalla para configurar sus formas. Su cuerpo está habitado por las caras y los recortes de revistas con parejas de matrimonios normales: la hipocresía de la sociedad que crea y expulsa a Ramona. La multitud ensancha ese cuerpo que se desborda en los senos flácidos. Un cuerpo vivido por la experiencia de reinventarse cada día en la calle, diseñando su rostro como una máscara que la convierte en mercancía. Una fuente de trabajo. La materia pictórica que se mezcla con el desecho parece ser el lugar desde el cual se arrojó el pigmento rojo.

Ramona podría ser de cualquier gran urbe. A diferencia de Juanito Laguna, la serie de Ramona no se ubica, necesariamente, en los cinturones de miseria de una ciudad latinoamericana. Representa los márgenes femeninos de la cultura urbana. La prostituta, la extranjera, el otro y un signo de clase. Un lugar de visualización de la modernidad fallida y un anticipo de las tensiones sobre las que se organiza el modelo del desarrollo durante los años sesenta. Berni la concibe entre Buenos Aires y los restos materiales del Folies-Bergère parisino.