El Amazonas es el bosque tropical más extenso del mundo: tiene 7 millones de kilómetros cuadrados de superficie, de los cuales 5,5 pertenecen a Brasil, pero también se extiende a Colombia, Bolivia, Ecuador, Guyana, Perú, Surinam, Venezuela y Guayana Francesa. Esta región produce el 20 por ciento del oxígeno que se consume en el mundo, alberga un 20 por ciento del agua dulce existente y contiene el 10 por ciento de la biodiversidad del planeta. Además, en el Amazonas viven comunidades autóctonas cuyas tradiciones y lenguas originarias tienen un valor incalculable en términos de preservación del patrimonio cultural de la humanidad.
La deforestación del Amazonas no es algo nuevo. Existe por lo menos desde que la región se convirtió en foco de explotación agrícola, ganadera, minera y maderera en la década del setenta. En los procesos de desmonte se suelen provocar incendios controlados con el fin de despejar la tierra para el cultivo. Dicho sistema tuvo especial desarrollo en los años noventa. Desde entonces, a raíz de sus nocivos efectos –la reducción de los bosques disminuye la liberación de oxígeno y contribuye al calentamiento global–, se fue regulando la actividad en vistas de una mayor conciencia ambiental.
Sin embargo, y más allá del trabajo en la zona de muchas ONG vinculadas a la ecología, en 2019 los incendios aumentaron un 87% en comparación con el año anterior, provocando la alerta global. El recorte de los fondos del Estado brasileño para la fiscalización y regulación de la preservación de la Amazonia es considerado la causa principal de este fenómeno, ya que permitió esta nueva seguidilla de incendios indiscriminados. Desde el gobierno brasileño se acusa a las propias ONG de ser causantes de la catástrofe. Los portales que manejan las estadísticas de incendios difieren en sus reportes, lo cual dificulta aún más el análisis del caso. Sea cual sea la causa, y la magnitud exacta del hecho, los incendios en el Amazonas están dejando graves secuelas ecológicas a escala global. La resolución del conflicto es urgente, y el control de las llamas requiere de políticas de colaboración internacional. Más allá de los daños ya causados, la falta de acciones concretas puede tener consecuencias ambientales aún más devastadoras en el futuro.
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Josefina Barcia es coordinadora de exposiciones temporarias en Malba.
El miércoles 4 de septiembre a las 19:30, Malba Literatura organiza en la terraza del museo una sesión de lecturas de obras que hacen presente a la naturaleza y las diferentes representaciones de la vida en nuestro planeta. Participan: Claudia Aboaf, Martín Caamaño, Mercedes Cebrián, Javier Montes, Dani Umpi y las artistas visuales Mónica Millán y Florencia Bohtlingk. Presenta y modera: Cecilia Szperling.