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Literatura

Los libros negros de C. G. Jung
Por Bernardo Nante

Han pasado más de cincuenta años desde el fallecimiento del psicólogo Carl Gustav Jung (1975 – 1961) y aún siguen publicándose textos inéditos del pensador suizo. Más allá de la valoración que se haga de su obra, debe comprenderse que no se trata solamente de una propuesta psicológica y psicoterapéutica, sino de un intento de rescatar la realidad del alma. Por otra parte, tal afirmación es empírica, es decir, surge de la observación y del trabajo con lo así llamado “inconsciente” que, lejos de limitarse a lo reprimido, da muestras de una creatividad exuberante. Jung denomina inicialmente “imagen primordial” y en 1919 introduce el término “arquetipo” -propio de la tradición platónica tardía-, para dar cuenta de los patrones universales de conducta y de simbolización que operan en lo inconsciente de modo autónomo, es decir, con independencia de la intervención del yo. Sin embargo, cuando el yo se compromete con su alma, se produce un proceso de individuación, es decir, un proceso paulatino de integración consciente e inconsciente. Lejos de tratarse de un proceso egoico, tal labor con la propia psique es inseparable de un compromiso con el prójimo, con la sociedad, con la naturaleza y con la trascendencia. De hecho, el arquetipo fundamental es el arquetipo del “sí-mismo” o de totalidad consciente-inconsciente, que en definitiva es asimilable a la “imagen de Dios”. Jung, gran lector de Nietzsche, admite que hoy vivimos y padecemos una suerte de “muerte de Dios”, una muerte del sentido, una desorientación a la que no podemos responder con meras propuestas racionales o doctrinarias. Pero de esta desertificación no se sale sin un proceso iniciático que implica enfrentarse a espantables oscuridades que inciden en cada individuo pero que trascienden la esfera meramente individual. Como leemos en el Fausto de Goethe, “Atrévete a trasponer las puertas ante las cuales todos de buen grado, deslizándose, pasan de largo.” Hacia octubre de 1913, Jung tuvo en tres oportunidades inquietantes visiones de gran parte de Europa devastada por un diluvio de muerte y sangre. Jung temió que se tratara del pródromo de un brote esquizofrénico, pues en aquel entonces era difícil prever que en julio de 1914 estallaría la primera guerra mundial. Más allá del supuesto carácter premonitorio de sus visiones, luego comprendió que la cultura y la historia se gestan, y se cuidan o descuidan, en la profundidad de cada uno de los seres humanos, aunque ello no siempre se advierta. A partir de noviembre se sucedieron una serie de visiones que Jung fue anotando cuidadosamente, en orden cronológico, en unas libretas negras. Hoy la editorial El Hilo de Ariadna publica esta obra -hasta ahora inédita en castellano-, titulada Los libros negros, en siete volúmenes, que incluyen facsímiles de los textos originales y las correspondientes traducciones.  Allí se constata cómo el “yo” de Jung recupera su vínculo explícito con su propia alma y con una serie de personajes simbólicos que le hacen comprender la riqueza de la “realidad psíquica” y el carácter orientador de tales experimentos. Jung advierte que este proceso es replicable en muchos de sus pacientes y análogo tanto en sus formas como en sus procedimientos. Por otra parte, la mitología y la historia de las religiones muestra, mutatis mutandis, paralelismos no solamente respecto de las formas simbólicas, sino también en relación con las prácticas ascéticas, sean los Ejercicios Espirituales de San Ignacio, las distintas corrientes yóguicas orientales, la ascesis gnóstica y, asimismo, la alquimia, a la que se abocó sobre todo a partir de la década del treinta. En  realidad toda la vasta obra científica de Jung es un osado intento de brindarle legitimidad científica a aquel magma de experiencias visionarias antes mencionadas. Con la intención de decantar en profundidad sus propias experiencias, Jung fue pasando el registro de estas libretas negras en El libro rojo o Liber novus -ya publicado en castellano por El Hilo de Ariadna en el 2010- al modo de un manuscrito medieval. Escrito cuidadosamente con caligrafía gótica, iniciales historiadas e impactantes imágenes, Jung le agregó inspirados comentarios, pero dejó sin terminar la tarea que le llevó unos catorce años.  Los libros negros comienzan el 12 de noviembre de 1913 y terminan el 15 de diciembre de 1932, mientras que el texto de El libro rojo se inicia en la misma fecha y finaliza el 6 de junio de 1916, aunque contiene numerosas imágenes posteriores que llegan a fines de la década del veinte. Por ello Los libros negros arrojan luz sobre algunas de esas imágenes y dan cuenta de la prosecución de estas experiencias visionarias. Esta obra centenaria, que recién sale a la luz, no puede dejar indiferente al lector contemporáneo pues da cuenta del flujo de una profundidad que muestra en el veneno de nuestras paradojas su propio remedio. Se trata de un modo tan arcaico como renovador de vernos y de vivenciarnos: “Pero quien mira desde el interior sabe que todo es nuevo.” 

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Texto publicado en la Revista Ñ en noviembre de 2024, en el marco de la primera publicación en español de Los libros negros de Carl Jung, por la editorial El Hilo de Ariadna. 

Los miércoles 19, 26 de febrero y 5 de marzo, Bernardo Nante, Doctor en Filosofía y presidente del Instituto de Investigaciones Junguianas, brindará un curso en Malba con el título Los libros negros de C. G. Jung: visiones para nuestro tiempo.

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