Los prólogos y conferencias de Jorge Luis Borges reunidos en este volumen nos introducen al conocimiento de una de las figuras más singulares del siglo XX, Alejandro Xul Solar. Pero al hacerlo de la mano del escritor, lo hacemos a través de una lectura intencionada que organiza su mirada sesgada sobre la persona del artista y sus creaciones.
Para comprender la estrategia propuesta por Borges, pensada casi como una operación de rescate de Xul Solar, uno debería recordar las palabras con las que definió su propio accionar en 1984: “Todo hombre memorable corre el albur de ser amonedado en anécdotas; yo ayudo ahora a que ese inevitable destino se cumpla”.1 Estas fueron las palabras elegidas para cerrar “Laprida 1214”, el último texto que le dedicó. Afecto a las etimologías, Borges expresaba metafóricamente aquello que lo había ocupado durante más de quince años luego del fallecimiento del artista en 1963, y había elegido cuidadosamente cada una de sus palabras: amonedar (esto es, reducir a moneda algún metal) significaba no solo reconocer su valor sino también ponerlo en circulación a partir de un conjunto de anécdotas. Para anécdota recuperaba su significado original en griego: anécdota son las cosas inéditas, las mismas que habían hecho de Xul ese singular acontecimiento que estaba en el origen de su interés en él. Pero a esta definición inicial se podría agregar aquella otra más completa: “Anecdote (Gk. ἀνέκδοτος, not published) is a narrative of a particular fact or incident often little known, but nevertheless interesting; an affording a side-light on the true character of a person, or of the characteristics of a certain age”.2
Xul Solar. Una drola, 1923.
A partir de 1963 y en reiteradas oportunidades Borges se refirió a su amigo; además de haber tomado la palabra en ocasión de su fallecimiento, entre mayo de 1965 y septiembre de 1980, por lo menos seis fueron las veces en las que habló públicamente sobre él.3 Sin embargo, a partir de aquel entonces lo hizo, no ya como en aquellas menciones que desde 1925 habían aparecido de forma intermitente en sus ensayos, sino eligiendo el formato extendido de conferencia para la mayoría de sus presentaciones. Era Borges hablando sobre Xul y eso tenía un peso en el campo cultural que el escritor no desconocía.
Y a pesar del dominio que para ese entonces él tenía sobre el modelo de intervención pública elegido, cuando Borges pensaba en Xul y trataba de transmitir a los demás aquello que sentía, se veía a sí mismo iniciando una travesía y su sensación era:
[…] "la de un navegante que atraviesa el mar y ve una línea, quizá una claridad y entonces piensa: esa claridad es el África, o es Asia o América. Y piensa que detrás de esa claridad, que esa vaga línea que él descifra apenas en el horizonte, que detrás de esa vaga claridad, de esa muy vaga línea, hay un continente y en ese continente hay religiones, dinastías, ciudades, selvas, desiertos, hay muchas cosas, pero que a él le toca ver simplemente esa línea. Y ahora yo siento que en este momento soy ese navegante. Yo tengo que hablar de ese gran continente, de este vasto país con sus imperios y su historia y sus mitologías y su botánica y su zoología, todo eso que fue Xul Solar. Y no sé si lo he alcanzado, creo que no. Pero he entrevisto lo bastante para sentir ahora el vértigo, siento el vértigo de todo aquello infinito que vi en Xul, de lo cual me fue dado discernir algo".4
En relación con ese viaje que el escritor emprendería en cada una de sus conferencias uno debería sentirse prevenido acerca del ejercicio de su memoria en tanto se trata de una memoria activa. De la misma manera en que Antonio Tabucchi prevenía a los lectores de Dama de Porto Pim, un libro de viajes, aclarando que la memoria no es “inmune a la imaginación que la memoria produce”.5
Xul Solar. Yo, el 80, 1923.
En sus conferencias, además, no solo se puede reconocer aquel trabajo intertextual propio del escritor, sino que ese aparato de citas aparece orientado en un sentido: Xul era mencionado una y otra vez junto a figuras de relevancia mundial, sobre todo del mundo literario. Y la mención de cada una de ellas tenía por objetivo validar al artista creador: por ejemplo, Hermann Hesse (Premio Nobel de Literatura, 1946) y El juego de abalorios, para encontrar algo equiparable al panajedrez; san Juan el teólogo o William Blake, para destacar su capacidad visionaria o, aun, Algernon Charles Swinburne para presentarse a sí mismo como a aquel que se dejaba guiar por su amigo en el descubrimiento de la música de su poesía.
Y aunque lo que expresaría en todas sus conferencias estaba contenido en germen en el prólogo que le había dedicado para su exposición en la Galería Samos en 1949, en ellas se pueden reconocer varios tópicos que llaman la atención en tanto fueron repetidos, aunque con algunas variantes, una y otra vez a lo largo de los años.
En primer término, la expresión de un remordimiento, manifestado en el plural “nosotros”, por no haberlo comprendido, señalando ese fracaso también como propio por no haber seguido sus propuestas. Luego, la formulación de un conjunto de anécdotas referidas a Xul: la permanente transformación y el polimorfismo de sus creaciones, entre ellas la del panjuego y de sus leyes, en pos de su enriquecimiento; su anuncio de la muerte del adverbio, en el contexto de su reflexión en torno al idioma; la lectura del “Fragmento heroico de Finnsburh” con una perfecta dicción del inglés antiguo, en este caso para señalar su genialidad y su dominio de las lenguas guiado por una lógica y poder razonador distinto del de los eruditos; su generosidad, al venderle un cuadro a $ 50 en vez de $ 100 y regalarle otro casi en compensación por el gasto o, entre tantas otras anécdotas, la fundación de doce religiones luego de un acto prosaico como puede ser un almuerzo.
Pero estas anécdotas y el recurso de su reiteración a través del tiempo formaban parte también de aquella estrategia que deliberadamente aplicó al referirse a Xul. En una de sus conferencias dictadas en Harvard en el marco de las Norton Lectures, “Pensamiento y poesía” (20 de marzo de 1968), él afirmaba que:
Tengo la suerte de contar con muchos amigos admirables, y de ellos se cuentan múltiples anécdotas. Algunas de esas anécdotas –lamento decirlo, estoy orgulloso de decirlo– las he inventado yo. Pero no son falsas; son esencialmente verdaderas. De Quincey decía que todas las anécdotas son apócrifas. Yo creo que si se hubiera entretenido en profundizar más en el asunto habría dicho que son históricamente apócrifas pero esencialmente verdaderas. Si se cuenta una historia sobre un hombre, entonces esa historia se parece a él; esa historia es su símbolo.6
Xul Solar. San Danza, 1925.
¿Por qué esa necesidad de contar una historia de Xul, de crear un símbolo “convincente”, capaz de identificarlo? Borges sabía lo difícil de asimilar que su amigo resultaba para muchos, sabía que él podía llegar a ser tildado de loco, fumista o charlatán, y el peligro que eso implicaba. Creer en su historia significaba sacarlo del riesgo del olvido y del silenciamiento al que estaba expuesto.
Sin embargo, ese anecdotario no lo alejaba de aquello que consideraba esencial en él, el haber sido un “reformador del universo”. Xul había sido capaz de pensar y creer que las reglas que rigen nuestro mundo son factibles de ser modificadas, que el universo tal cual lo concebimos es mucho más rico y complejo, y que aquello que llamamos realidad, no es una única e invariable, sino que existen otras realidades distintas que uno puede explorar. Y era en ese sentido que Xul era un “hombre memorable”, es decir, digno de ser recordado.
1. Jorge L. Borges, “Laprida 1214”, en Jorge Luis Borges y María Kodama, Atlas, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1984, p. 81.
2. Andrew Boyle (edit.), The Everyman Encyclopaedia, London, J. M. Dent & Sons Ltd.; New York, E. P. Dutton & Co., 1913, Volume 1, A = Bac, p. 269 [énfasis agregado]. Los doce volúmenes que comprende esta enciclopedia contienen importante marginalia de Borges y por los datos contenidos allí sabemos que perteneció al escritor por lo menos hasta 1925 y que en algún momento no determinado se la obsequió a Xul. Para una definición de “correr el albur”, véase Héctor Zimmerman, Tres mil historias de frases y palabras que decimos a cada rato, Buenos Aires, Aguilar, 1999, p. 50.
3. Además de las cuatro conferencias reunidas en este volumen, sabemos que durante 1965 Borges estuvo asociado a otros eventos relacionados con su amigo; sin embargo, de estas intervenciones no existe registro conocido, se trata de las exposiciones dedicadas al artista: Homenaje a Xul Solar, Galería Candilejas, lunes 3 de mayo de 1965 y Exposición homenaje a Xul Solar presentada por Jorge L. Borges, Galería Diálogos, 2 de agosto de 1965.
4. Jorge Luis Borges, “Recuerdos de mi amigo Xul Solar”, conferencia pronunciada en la Fundación San Telmo, el 3 de septiembre de 1980, véase en este volumen p. 54-55.
5. Antonio Tabucchi, Dama de Porto Pim, Buenos Aires, Anagrama-Página 12, 2013, p. 5.
6. Jorge Luis Borges, “Pensamiento y poesía”, en Arte poética: seis conferencias, traducción de Justo Navarro, Barcelona, Editorial Crítica, 2000, p. 115.
Fragmentos extraídos de la introducción a Jorge Luis Borges, Jorge L. Borges recuerda a Xul Solar: prólogos y conferencias, 1949-1980, introducción, establecimiento del texto y notas Patricia M. Artundo, Buenos Aires, Fundación Pan Klub - Fundación Internacional Jorge Luis Borges, 2013.
Curso Latinoamérica al sur del Sur
Xul Solar y el idioma de los argentinos
A mediados de la década de 1920, Xul Solar era casi un marginal: había elegido una forma de expresión situada por fuera de la norma. Entre sus contemporáneos, solo unos pocos supieron atisbar la singularidad del artista-creador y visionario, entre ellos, Jorge L. Borges.
Miércoles 5 de agosto de 19:00 a 20:00
Por Patricia Artundo