Abaporu (1928)
de Tarsila do Amaral
por Nicolás Consuegra
“Pinturas como Abaporu me enseñaron a ver la manera de cruzar la tradición pictórica europea con los efectos de la colonización, la aculturación y el mestizaje. También fue una imagen icónica que me introdujo al movimiento moderno en Brasil y a las ideas de la antropofagia cultural”, comenta al comienzo del video Nicolás Consuegra (Bogotá, 1976). Luego se referirá a algunos de sus proyectos artísticos que tienen puntos en común con la obra de Tarsila do Amaral, y se adentrará en una reflexión sobre los límites de los planteamientos simbólicos de la antropofagia cultural de los años 20 y sobre el modo en que estas ideas fueron revisadas y reformuladas en décadas posteriores, hasta la actualidad.
Brasil, 1886–1973
Abaporu, 1928
Óleo sobre tela
85.3 x 73 cm
El compromiso de Tarsila con la figuración de asuntos típicamente nacionales adoptó nuevos caminos a partir de 1928, cuando pintó Abaporu –término tupí-guaraní que significa “hombre que come hombre”– y se lo obsequió a Oswald de Andrade, su marido, como regalo de cumpleaños. Entusiasmado con esa criatura prehumana, ensimismada y con un pie colosal, Oswald habría exclamado: “¡Eso parece un antropófago, un hombre de la tierra!”. Inspirado por la imagen sintética y poderosa, Oswald redactó el Manifiesto antropófago, documento fundamental del modernismo brasileño, en el cual propone una asimilación crítica del legado cultural europeo y su reaprovechamiento para la creación de un arte genuinamente nacional.