09.08.2019

Whitman está vivo

Por Jorge Monteleone

Cuando Ezra Pound escribía sus poemas para la revista Poetry. A magazine of verse, la gran publicación de poesía moderna en lengua inglesa dirigida por Harriet Monroe, presentó una serie de doce poemas llamada “Contemporania” en el número de abril de 1913 (v. II, n° 1). Irrumpía en ellos la estética imaginista, liderada por Pound entre 1912 y 1917. El último poema de la serie, llamado “En una estación de metro”, se haría famoso, casi un emblema definitivo de aquella poética:

La aparición    de esas caras   en la multitud.
Pétalos    sobre una húmeda     rama negra.

Pero inmediatamente antes de ese poema había otro, un ajuste de cuentas poético, un tributo y un reconocimiento. Se llamaba “Un pacto” y decía:

Hice una tregua contigo, Walt Whitman–
ya te he detestado lo suficiente.
Llego a ti como un chico que ha crecido
y que ha tenido un padre testarudo,
ya estoy bastante grande como para hacer amigos.
Fuiste tú el que partió la leña nueva,
ahora es el tiempo de tallarla.
Tenemos la raíz y la savia–
Que haya intercambio entre nosotros. 

Poco después Pound lo publicó en el libro Lustra (1915) y cambió la palabra “tregua” por “pacto”.  Era, en efecto, el pacto del gran poeta de la modernidad, el que predicaría “Make it new!” que antes reconocía al Padre de la gran tradición poética de América. La madera y el árbol era la nueva lengua de la poesía norteamericana que ahora debía alcanzar una nueva forma y, en ella, la lengua misma tendría su raíz más original. El sentimiento persistía, porque en un texto inconcluso de 1909, “Lo que siento acerca de Walt Whitman”, Pound había escrito: “Él es América. (…). Su crudeza es un excesivo hedor, pero eso esAmérica. Él es el eco en la roca que resuena con su tiempo. (…). Lo respeto porque él me profetizó a mí, mientras que yo solo puedo reconocerlo como un antepasado del cual debería sentirme orgulloso”. Cuando en 1929, César Vallejo, con su lucidez interminable (aunque llamó a Pound “imaginista recalcitrante”), escribió una crónica para el diario El Comercio, de Lima, llamada “La nueva poesía norteamericana”, apuntó: “el imperativo vitalista de nuestra época es de señalada tradición norteamericana. Walt Whitman es, sin disputa, el más auténtico precursor de la nueva poesía universal. Los jóvenes europeos, los mejores, se apoyan a dos manos en Briznas de Hierba. Fuera de Walt Whitman, las nuevas escuelas se quedan en la poesía de fórmula y al margen de la vida. Se quedan en el verso de bufete, en la masturbación. Los jóvenes europeos más interesados se whitmanizan, tomando de Walt Whitman lo que de universal y humano tiene el espíritu norteamericano: su sentimiento vitalista, en el individuo y en la colectividad que empieza a tomar una hasta ahora desconocida preponderancia histórica en el mundo”.

El lugar de Whitman en la poesía norteamericana fue el del padre fundador pero también el mito, el ícono, el predicador de la utopía democrática. Esa voz, que es la voz plural de una multitud y a la vez la de un ser único, la voz desplegada en Hojas de Hierba,  es reconocible como un himno y por eso no es necesario citarla para hallarla otra vez, hasta el día de hoy, en múltiples vertientes. No sólo los poetas han recibido su legado, como Pound. O como el poeta William Carlos Williams, que aprendió de él aquel llamamiento por un “lenguaje estadounidense” en 1940, el lenguaje de aquellos “como Whitman”, que apostaron “por sus congéneres y por el orgullo de una raza emergente, la suya propia”. También los narradores llevan su impronta, como Ernest Hemingway (su estilo, dijo Bloom, es una mezcla de la King James Bible, del Huckleberry Finnde Mark Twain y de Walt Whitman). O incluso filósofos pragmatistas como Richard Rorty le dedican un capítulo tratando de verificar un modelo en un capítulo de Forjar nuestro país: “El orgullo nacional de Estados Unidos: Whitman y Dewey”. Pero también la defensa de los derechos de género o de las minorías sexuales hallaron en la utopía democrática de Whitman un eco.

Las posibilidades modernas de esta poesía también fructificarían casi un siglo después de su emergencia en el gran poema “Howl”, (Aullido), de Allen Ginsberg. Toda la estructura de Aullido se inspira en Whitman. Está basada, por un lado, en la repetición de ciertas cláusulas (“who” en la primera parte; “Moloch” en la segunda; “I’m with you in Rockland” en la tercera) y, por otro,  en los  versos llevados hasta el extremo al que pueda llegar el aliento, como si la respiración del cuerpo que lo sostiene e inviste estuviera inscripta para siempre en cada uno de sus versos. Ese gesto es del todo whitmaniano.  Pero aquel canto de un cuerpo eléctrico tuvo también su influencia literal cuando Bob Dylan electrificó la música country.  En muchos gestos de Dylan, en sus canciones enumerativas y en el aire de sus versos sobre la vida común de su país resuena la poesía de Whitman. Hasta en la canción “Al cruzar la montaña verde” (“Cross the green mountain”) se recrea el poema sobre la guerra civil de Whitman, “Ven desde los campos, padre” y en el videoclip Dylan hace el papel del que recorre el escenario terrible de la guerra y conforta a los heridos. Aquí puede verse:  https://www.youtube.com/watch?v=B_7x-1BxTAM

Estas y otras referencias del gran legado de Whitman forman parte del segundo módulo de nuestro curso Walt Whitman y la poesía de América. Whitman está vivo.

 

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