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Ciudad letrada, ciudad violenta, ciudad imaginada

La ciudad no solo fue representada en sus ángulos y desde el contraste de sus luces y sombras. La escritura tuvo un rol protagónico. Provenía de los autores que se sentaban a conversar y a debatir los nuevos programas estéticos en los cafés de todas las metrópolis del mundo, de toda aquella imaginación que se desató en torno al concepto mismo de escritura. Muchos lenguajes se activaron ante la censura. Formas codificadas, secretas, de decir, escribir y pensar eludiendo el control de las dictaduras. Se inventaron lenguajes nuevos, que simulaban el orden de los textos pero en los que no había letras ni palabras conocidas. Se llegó a escribir con los dedos, dejando los rastros del cuerpo en los simulacros de renglones; se lo hizo incluso sin tinta, sin lápiz, utilizando solo las manos para dejar en el papel las huellas de las arrugas. Escrituras corpóreas. Se imaginaron y se inventaron otros códigos que, en su indeterminación, se propusieron como universales, capaces de producir nuevas formas de contacto. La escritura como comunicación adquiere una forma transfronteriza en la carta, en las imágenes y en los sellos del arte postal, que permitió cruzar fronteras que las aduanas del arte hubiesen posiblemente bloqueado. La ciudad fue, también, escenario de la violencia. Sus marcas resultan evidentes en las estatuas decapitadas, en la imaginación de cárceles subterráneas, en las escenas de robos y accidentes de historias ficticias. El caos y el amontonamiento de las arquitecturas también ejercen una forma de violencia en las personas. No tan solo sobre sus cuerpos, también sobre sus mentes, que, abrumadas, tienen que decodificar y establecer nuevos formatos de circulación. Las ciudades fueron un estímulo extraordinario para la imaginación. Ante su expansión se pensaron nuevas formas de habitar, nuevas relaciones entre el espacio y el cuerpo. Se formuló el concepto de una arquitectura emocional, en la que las relaciones del espacio fuesen capaces de conmover a quienes lo recorrían. El lápiz sobre el papel permitió diseñar recorridos que en la realidad parecían imposibles. Permitió elevar hábitats y definir nuevas percepciones. En sus redefiniciones, el espacio de la ciudad y de la casa consideraron los cuerpos sociales y los individuales.

Artistas: Norah Borges, Mirtha Dermisache, Graciela Gutierrez Marx, Mathias Goeritz, David Lamelas, Margarita Paksa, Liliana Porter, Diego Rivera, Lotty Rosenfeld, Mira Schendel, Remedios Varo y Xul Solar, entre otros.

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Curadores: Andrea Giunta y Agustín Pérez Rubio
Hasta el 19.08.18

Vista de sala Verboamérica

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