06.08.2019

Borges y la genealogía de la ficción

Por Luis Chitarroni

El propósito de esta especie de relectura de la literatura latinoamericana a partir de la lectura que muchos escritores hicieron de Borges se me ocurrió debido a cierto olvido. Cierto olvido paulatino que ha habido de eso que fue, señaló y significó Borges; y eso ocurrió, curiosamente, en un momento histórico significativo al que se le suele a veces atribuir demasiadas cosas, que es la década del sesenta. Esta sería, digamos, la irrupción tardía de Borges porque en realidad Borges fue un escritor muy precoz y un escritor valorado precozmente por sus innovaciones, algo que suele ignorarse. Es decir, habría sucesivas capas, habría un Borges-Rimbaud, un Borges joven, vanguardista, que apoya la literatura de vanguardia, un Borges ultraísta, el Borges de los primeros años. Y que apoya, entre otras cosas, y celebra, la Revolución rusa el año en que ocurre, en 1917, cuando él tiene apenas 18 años.

Esto es como un palimpsesto. Este primer Borges va a ser borrado después, sucesivamente, por diversas manifestaciones de él, no manifestaciones públicas porque las manifestaciones públicas le van a quedar reservadas para la madurez y para la vejez, sino por ciertas cuestiones literarias, que en ese momento eran más importantes de lo que fueron después, que lo van a alinear, y muchas veces lo van a confinar, a un espacio en el que no siempre estuvo conforme y por el que es juzgado por las generaciones sucesivas. De modo que ya la generación de la gente del treinta –entre los que estaban Viñas, Oscar Masotta, Sebreli– rápidamente lo va a ejecutar. Eso se llamó “el juicio de los parricidas”. El juicio de los parricidas eran estos escritores insurgentes que, con mucha lógica, iban a liquidar al padre, al padre que era quien imponía las reglas del juego en la literatura argentina y que por lo tanto determinaba de qué manera había que escribir. Es muy lógico también este amotinamiento, esta insubordinación, esta insurrección contra una ortodoxia que por supuesto Borges no se tomaba ningún trabajo en imponer: era solamente la excelencia la que imponía el dominio.

Esto queda claro en un libro muy curioso, que es un diccionario de términos literarios que se publica en inglés, que lo arma absolutamente solo un señor llamado Cuddon, y que en la entrada del término ficción pone un solo nombre: Borges. Es decir, Borges ha convertido la ficción, no el cuento, no el relato breve, sino la ficción, en un género literario que le corresponde enteramente a él. Tiene que ver también con una especie de desgaste de la palabra ficción ahora, no en el momento en el que Borges la utiliza de manera genial para agrupar dos de sus libros, Artificiosy El jardín de los senderos que se bifurcan. Cuando tiene que unirlos en un solo volumen, Borges de forma casi despectiva, como si no hubiera buscado la palabra, le poneFicciones. Y va a armar entonces, con estas ficciones un género absolutamente nuevo en el que se mezclan la mayoría de los géneros literarios: la historia, el ensayo, el apólo- go, el cuento oriental, el cuento a secas, el chisme.

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Texto extraído del primer capítulo de Breve historia de la literatura latinoamericana (a partir de Borges), un libro editado en la Colección Cuadernos de Malba Literatura, que recopila una serie de clases brindadas por Chitarroni en el museo en 2016.